Saturday, June 21, 2008

storytellerseneluniversodelashistoriasnotanbiencontadas

Películas, películas y más películas. Estantes, cidi wallets y cajones con ellas. De la totalidad, cuántas de esas historias realmente nos han conmovido como para decir finalmente, valieron la pena este par de horas frente a la pantallita.

Personalmente, pocas. Encontrar un buen guión cuesta un poco por estos días, sobretodo cuando se privilegia la técnica por sobre la esencia, cuando se vuelve más atractivo la manipulación digital de las imágenes y las cantidades a granel de tecnología y artificios.

En el preciso instante en el que escribo, programa en un canal de películas non stop, “El Código Da Vinci”. Perfecto. Perfecto para ejemplificar lo que considero un buena historia y un excelente estilo literario de la mano de Dan Brown. “Digital Fortress”, “The Da Vinci Code”, “Deception Point” y “Angels & Demons”: más allá de ser historias polémicas, son historias bien contadas, pues su autor, sabe como tejer el misterio capitulo tras capítulo, y todas ellas, tienen en común la alternancia dramática-narrativa. Sabe como estructurar historias complementarias paralelas, lo cual no permite que el lector muera en el intento por terminar de leer el libro que abrió. Por el contrario, la estructura y dinamismo permite traspasar la lectura literaria en un mundo visual personal.

Por consiguiente, su redacción es lúdica, misteriosa y dinámica. Es lo que llamo un buen montón de páginas escritas, aún cuando su adaptación y tratamiento visual no hayan superado mis expectativas.

Si nos trasladamos a historias visualmente bien tratadas e inteligentemente escritas, debo confesarme seguidora de aquellos guiones que no necesitan más que una cámara, una locación y una luz por el tiempo que dure; algo que podría calificarse dentro del género dogma. Asimismo, las historias que no son contadas de forma lineal me parecen una buena muestra y reflejo de un guión maduro, de un cuento interesante, que sólo necesita actuaciones y no tecnologías de avanzada.

Como por ejemplo, “11:14” (Greg Marcks), “Identity”, ( “The Eternal Sunshine Of The Spotless Mind” (Michel Gondry), “Babel”, “31 gramos” (…la saga de Alejandro González Iñárritu), “Memento” (Christopher Nolan), “Crash” (Paul Haggis), entre varias otras que espero algún día encontrar. Historias que se van desarrollando frente a nuestros ojos a medida que avanza el metraje; las acciones primarias y secundarias se entrelazan en forma simultánea, dando una sensación de red…característica propia del montaje alterno.

En todos estos ejemplos cinematográficos se rompe la estructura interna habitual, las acciones se inician en pleno desarrollo, los personajes no se presentan y en muchos casos, se nos adelanta el desenlace. El tiempo aparece como un elemento diseccionado, en la cual varias aristas de un mismo cuento nos entregan una visión de totalidad

“Contar una buena historia”…a menudo es la recomendación que más escucho cuando entrevistan a un escritor y, por tanto, es el consejo recurrente que se lee en prólogos de libros de la más variada naturaleza.

“Contar una buena historia”…a menudo es lo que me exijo y de lo único que estoy segura, es que mientras más me auto pongo entre la espada y la pared, menos ideas tengo, menos siento y más me fastidio con la idea de no poder escribir; de crear un universo paralelo, extrapolar mis experiencias e impregnárselas a un grupo de seres de letra, impresos en una pantalla o en un trozo de papel.

Precisamente hace unos días volví a escuchar esa sonora frasecilla ni mas ni menos que del buen pronunciado inglés del bien parecido guionista, John Carr. Sonábale bonito llamarnos a todos “storytellers” por naturaleza. Pero creo que una buena historia es mucho más que contar algo por contar. Una buena historia puede significar para el otro un carro de transporte a otro tiempo, otro escenario, otra visión de mundo.

Eso es lo que yo quiero…lo que busco y para lo que hoy, sin buscarlo, me dibujaron las directrices del camino para lograrlo (si es que Dios así lo quiere…porque la iluminación parte de voluntad divina tiene…no?)

Sin historias buenas, no hay películas buenas y un buen film sustentado por un guión concreto, impenetrable, no debería necesitar o prescindir de un circuito tecnológico avanzado; por el contrario es la tecnología sólo un elemento que ayuda a vitalizar ciertos aspectos de una idea, de una historia. Aquí nada de qué es lo primero “si el huevo o la gallina”: storytellers por sobre masters de los softwares.

La historia para que cautive a los espectadores, o bien, a los lectores, debe poseer lo que Carr denomina “momento filosófico”, es decir, que entre las líneas y entre el trascurso de las acciones narrativas, debe darse un momento de “reconocimiento”, a través del cual, el o los protagonistas dan y se dan cuenta de sus actos- Es este “reconocer” lo que dará pie a un “poder de reacción”, actitud que sin duda alguna permite marcar quiebres, clímax o desenlace dentro de lo que se cuenta. Se produce una transformación, la cual, sumada al sentido interno de la historia, dan el carácter de inteligente, emocional y fascinante a una película o de un libro, por más simple que ésta parezca.

Además de la estructura propia que toda historia posee, existe lo que se denomina “los tres estados” en el hilo dramático, compuesto por la historia externa (o lo que envuelve a la acción principal), lo que se dice y, finalmente, por lo que se lucha (estado en el cual intervienen los protagonistas y antagonistas, siendo muchas veces los primeros, sus propios rivales y oponentes). De esta forma, estos tres escalafones logran elevar la conciencia de lo que se cuenta y potenciar el juego de valores que existe en la historia.

Pero una narración, por más bien escrita que esté (escrita en el sentido sintáctico y morfológico), debe apelar por excelencia a la emoción y sentimiento. Debe cautivarnos y, para ello, saber empatizar con el interlocutor, conectarse con la otrariedad y permitirse situar en la posición de quien tiene en frente.

Por otro lado, la narración debe componerse por momentos de acción y tensión, elementos que dan cuerpo al misterio, a lo que no se sabe, no se dice, pero que dada las características del presente, permite que se intuyan. Generalmente, se nos presentan personajes con un recorrido determinado; no aparecen como seres vacíos, sino que cada uno de ellos ya cuenta con un background, un bagaje de vida, el cual le permiten ser tal como se nos presenta…dicho de otra forma, “the story is a million percent, the back story”.

Un “striptease psicológico”, es como Carr lo define. Los personajes se van develando, descaretándose, por lo cual quedamos completamente habilitados, en un ejercicio intelectual y de relación lógica, a entender quienes fueron en su pasado y cómo se paran en esta realidad a modo de enfrentar el mundo que les fue creado.

Lo que vemos en pantalla es una porción de tiempo en la vida de los personajes. Y por último, como una consecuencia lógica del misterio que nos aporta una historia, se desprende la fascinación que ésta logra despertar.

El cielo, el infierno o en un paraíso aparente. Es ahí donde las buenas historias nacen. Las ideas surgen y se desarrollan en torno al querer exponer un juego valórico entre diversos personajes y en las más diversas situaciones: amor, odio, venganza, son por lo general los hilos que mueven y que encauzan las acciones narrativas. El anclaje y vínculo entre sus personales dan unidad al relato.

Los personajes son creaturas ideadas en semejanza de quienes participan en el mundo real. Pues ellos tendrán que moverse y organizarse dentro de un escenario común, en un tiempo determinado por las características que su autor le confiere. Deberán lidiar contra elementos externos, contra sus antagonistas y muchas veces, contra ellos mismos, en virtud que los fantasmas que todos poseemos, se transforman en los principales obstáculos y adversarios. Son estos fantasmas quienes, finalmente, nos mueven y motivas a seguir o a desistir ante una situación particular. Es lo que le proporciona dinamismo y curvatura a una historia, es lo que estimula la atención, compromiso y fascinación por parte de quienes consumen tanto historias visuales, como literarias.