Tuesday, November 20, 2007

cafédesiempre


Llegar. Dejar el bolso; parar el golpeado discman para dejar pilas para mañana.

Reunir los apuntes y cambiarle los cordones a esas zapatillas que dejé secar al sol.

Prender la tevé. ¿Por qué no? (ojalá que la programación nutra mis dos horas de libertad antes de retomar el estudio que dejé botado ayer, antes de salir).

Mmmm. Hoy es jueves y mañana viernes qué era lo que tenía que hacer?

Ah!... esa conversación pendiente en el café de siempre con los de costumbre. Quiero que sea sábado.

Probablemente ella que juega con su pies, sentada al lado del ejecutivo de corbata marrón...esté pensando todo esto. Todo en este minuto. Y el metro aún anuncia su próxima detención.

servilletita


Where is your napking?


Las manos sobre la mesa y dije las dos!...Atentos a la conversación y asegúrese de haber cubierto sus piernas con la galantosa servilleta de género o, en su defecto, asegúrese que ningún pillín vecino haya profanado su plato poniendo en riesgo que en estos momentos usted (dama o señor), no cuente con tal preciado y generoso trozo de papel...que, viniendo al caso, me es adecuado precisar: no siempre usamos para limpiarnos la boca y, mucho menos, para hacerlo antes de beber.

Sí. Asimismito. Si la regla de las buenas costumbres dice que la servilleta debe usarse (no tan sólo para practicar o improvisar una performance de truquito de magia), bajo la premisa que es una de las piezas fundamentales a la hora de sentarse a la mesa, no se haga la cucha y asuma que muchas veces sólo la usamos para limpiar nuestra nariz o, cuando nadie nos ve, envolver con ternura el trozo de bigtime (al que ya de verde poco le queda).

Las cosas simples y cotidianas raras veces se cuestionan; pocas veces nos preguntamos acerca del origen de éstas, asumiendo, de una u otra forma, que sus orígenes han sido el desencadenamiento lógico de la creación de “otro” o de “algún fenómeno”, pero que por algún motivo y de la nada han aparecido para facilitarnos (en la mayoría de los casos), nuestra existencia.

Y muchas veces esto me ha ocurrido a mí. Hasta que un día... bajo circunstancias especiales indagué en el señor “gé” a modo de obtener un dato curioso, un tema que manejar durante una tertulia o rellenar horas de vacío sin tener sobre qué escribir. Entonces fue que supe que el tan maravilloso invento de la servilleta había surgido ni más ni menos que de la cabecita de Leonardo da Vinci. Ese personaje del cual mucho se escucha no tan sólo en clases de Historia, sino que en la de Física, de Arte, de Música, Arquitectura y mmmm, menos mal que nunca le dio por el fisiculturismo!.

Pero bueno, entre tantos aportes que le llevaron a sumar y sumar porcentajes al uso básico que hacemos de nuestra machina cerebral (del 100 el usó 24: nosotros, sólo el 4), digamos que el más reconocido o agradecido aporte davinciviano resultó ser este trozo de papel que miro debajo de un pan suavemente amasado.

Todo por culpa de un mantel; todo por la inoperancia Real de un señor Ludovico. Fue Da Vinci quien se dio cuenta, que luego de cada banquete, la mesa de su “señor” se asemejaba un campo de batalla...lleno de despojos y más manchado que cualquier intento impresionista por retratar un pasaje campestre medieval.

Sin pensarlo dos veces (como si tuviese que hacerlo), dio en la solución: que cada tuviese su propio paño (algo asi como su propio mini-mantel). De esta forma, ya nada importaría qué uso le dieran los invitados a su pieza personal. Pero claro, en ese entonces no se recurría al famosillo booklet donde las introducciones impresas hacen sentirte segundo a segundo el ser más torpe de tu nanoexistencia. Digamos que los comensales experimentaron in situ este sentir y actuar desparartado, llegando a sentarse sobre estos trozos de géneros. No se comprendía entonces su uso y tampoco existían las reglas protocolares que dijesen como usarla de la mejor forma y con la máxima elegancia.

Paradójicamente, en el siglo da Vinci se desconocía sus formas de uso... hoy: todos tenemos a manos un catálogo de buenas costumbres; no obstante, actuamos de la misma forma que esos hombres que (a gritos) pedían ese gran trozo de género sobre el cual estaban dispuestos los manjares.

Pero resulta que tanto ayer como hoy, nos servimos de las “servilletas” para sonarnos las narices, arrojarlas por juego y, aunque todos lo nieguen, a vista y paciencia envolver en ellas la comida y ocultarla en nuestros bolsillos.

Señoras y señores... la servilleta había quedado establecida y hoy, pasa en el suelo, pero agradecidamente usada. Asi que usted, sí!...usted; si es que ha terminado de leerme o de devorarse el jugoso chacarero que tiene sobre la mesa... deje la servilleta, pauséese, leave it al lado derecho, ligeramente arrugada, y nunca doblada... no hay peor necio como aquel que pretende hacer creer que una servilleta jamás utilizó.

neciodegénero

Wednesday, November 14, 2007

seductortejidoalana



Tres conversaciones

Cuatro mesas pareadas

Un local de fastfood


- “Pequeña. Tomé muchas decisiones por ti

Primero: no había pastrami
Y las dos son coca-cola?”

(suena un papel que a los dos segundos desnuda un subway de... 35cms...creo).

Diez minutos de silencio mientras mastican, admiran y vuelven a masticar aquellos apoteósicos sandwiches cubiertos de sésamo. Y un besito?

Por qué no. Y un abrazito?. (en eso quedan for a while).




- “Ok. Everybody. So we are in Santiago. It´s a great city. There are cars and people walk around”

(saca saca la última frite potato de un envase que dibuja la palabra “snack”. Debe gustarle la sugerencia del día!).

- “This is a really good sandwich” No duda, sin embargo, compararlo con aquellos que en la tierra del Uncle Sam se elaboran.




- “Tengo una voz especial” (y muestra una foto en su celular).


(galán de chomba. De tomo y lomo).

- “Yo llevo años! Solo. Soltero, pero con mujer

Soy súper desordenado.

(le deben no se cuántos $pesos, pero cuando se le pierde dinero...es en dólares la cifra).

Poco sirven las cajas fuertes no?


- “Tal vez. El próximo fin de semana a Mendoza me voy”.

(seductor tejido a lana).

ontheroad

Pocas veces uno piensa y reflexiona (con detalle y conciencia) acerca del poder y efecto que una canción (un “track...diría mi hermana a modo de burla) tiene sobre una determinada acción, sobre un determinado momento.

Presionas play. Y ahí está. Como por arte de magia. Ese mismo amado, esperado, o bien, apestoso temita que en milésimas de segundos logra transportarte, esa canción que permite que retrocedas a un momento equis que, sin buscarlo, esta música lo enfrascó y teloneó su desarrollo.

Curioso no? Y es que su autor ni debe imaginar lo que su canción ha provocado en ti, él tan sólo buscaba concretar pretensiones personales (o comerciales)...pretensiones que por ahora no vienen al caso profundizar (... y como si yo las tuviese archivadas, por ahí, entre mis papeles y recortes).

Infiero que esto me sucederá desde hoy (veinti tanto de julio). Sin querer eso pasó. Sin buscarlo apareció en mi playlist como un complemento musical perfecto de dos páginas un tanto “cargadas de plomo”. Párrafos intensos, que apoyados en “goodbye” de kevin sanders, lograron que ese atiborrado contenido literario-intelectualoide, atravesara mis neuronas de forma osmótica.

Palabra leída, palabra absorbida.

Vuelvo entonces al comienzo. Este flash simbiótico entre música y letra (saludos para drew), me ha inspirado desde hoy a crear uno, dos, tres (o los necesarios) playlist que me acompañen en ciertos eventos biográficos, que enmarquen y realcen las emociones propias vividas en el momento (algo así como una polaroid con sonido), que como al borde de un acantilado no sé cómo ni cuándo las hallaré.

Asimismo, de seguro cada vez que resucite en el ipod la banda sonora de lost in translation, lo más probable es que me recordará estos minutos de lectura sobre cuatro ruedas:

- a mí sentada

- a mí escribiendo

- a mí pensando en la próxima palabra (que irónicamente resultó ser “próxima”).

- yo. Desesperada de poner reinicio a este bus atascado en un terminal.

- yo. Agradeciendo, al mismo tiempo, esta detención que permíteme escribir de forma legible y no a tiritones (como lo refleja la parre superior de mi borrador).

El vendedor de charqui me distrae; ea!... puesta en marcha on the road.

Lindo, lindo lo que pasa. “Así es la mente humana”, pareciera escuchar salir esa frase con el melosos tono con el cual sólo mi apoderada sabe endulzar las palabras que escupe por esa “misma boquita con la que come”.

Ayer una sunny me hizo sentir una niña de ocho años. De la mano de mi madre. A la espera de que una fila repleta de niñas, como nosotras, avance para lograr el dominio completo y absoluto de las butacas de un cine desaparecido y evangelizado.

Una simple caluga hizo eso.

Hoy, un cuento me da vuelta la cabeza.

Monday, November 12, 2007

pastaverde feat. manoslibresantesdeunareunión

click+play

cubanitosvisit

jean-pierre en un tejado